Los antiguos dioses griegos estaban dotados de muchísimas habilidades fantásticas, con dos que destacaban sobre las demás: inmunidad a las enfermedades e imposibilidad de resultar heridos, salvo circunstancias realmente extrañas e inusuales. Por lo tanto la inmortalidad es la gran característica definitoria de estos seres divinos.
La eterna juventud, y por lo tanto la inmortalidad de estos dioses se lograba gracias a que bebían a todas horas néctar y ambrosía, que servía para renovar en sus venas la sangre divina.
Para cada aspecto de la vida, los helenos tenían un dios elegido. Por ejemplo, Afrodita era la diosa de la belleza y del amor; Ares el dios de la guerra, Atenea la de la sabiduria y el valor y Hades el responsable de la muerte. Hestia era la diosa del hogar y Helios el dios del sol.
Pero su dios omnipotente era Zeus, nacido de la Madre Tierra y con dos hermanos: Poseidón y Hades, que juntos se rebelaron contra los antiguos dioses, desterrándolos. Así, Zeus se convirtió en amo del cielo y de la tierra, Poseidón en dios del mar y Hades en terrible rey de los infiernos, con un poder infinito sobre las almas de los muertos.
Después, Zeus contrajo matrimonio con Hera, diosa de los partos, para iniciar así la gran familia de los dioses, una saga con dioses comunes, pero también con divinidades más locales, en cada región o provincia lejos de Atenas.
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