Cada año son más las personas que deciden, durante sus viajes a Grecia, recalar en este lugar de ensueño, la isla de Milos. Una buena parte de su encanto proviene de sus majestuosas playas. La isla atesora en torno a 70 arenales. Las más bonitas según nuestro criterio son las de Sarakiniko, que alberga un paisaje más propio de La Luna que del planeta Tierra. La de Poliorema, un lugar que conserva las ruinas de las minas que florecieron allí en la antigüedad, mientras que las playas de Papafragas o Tsigrado poseen aguas cristalinas donde zambullirse y disfrutar de deportes acuáticos, como el buceo o el snorkel.
Pero, sin duda alguna, el lugar más reconocido de la isla de Milos es Kleftiko, un conjunto de formaciones rocosas que han generado una cadena de cuevas junto al mar. La excursión se puede llevar a cabo por vía terrestre, caminando a través de un sendero angosto. Aunque lo más habitual es acudir a ver estas formaciones rocosas a bordo de uno de los numerosos barcos que cubren este trayecto.
En el Anfiteatro de Milos, uno es consciente del paso de las distintas civilizaciones por este rincón del globo a lo largo de los años. Es cierto que hay anfiteatros romanos mejor conservados en otros lugares del mundo. Pero no hay que dejar pasar la oportunidad de fascinarse con la historia y majestuosidad de este lugar. Además, las vistas del mar desde aquí son un espectáculo en sí mismo, sobre todo al atardecer.
Otro lugar destacado son las catacumbas de Milos. Están localizadas en Trypiti y son una de las 2 más importantes descubiertas en todo el mundo, junto con las catacumbas de la ciudad italiana de Roma. Es conveniente descender a ellas para hacerse una idea del uso que se daba a estas construcciones hace varios siglos. Sólo es posible recorrer una pequeña parte de ellas, porque el resto está cerrado al público. Es muy recomendable contratar los servicios de un guía para no perdernos detalle de todo lo que aconteció bajo tierra en esta isla.
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