Barcos pesqueros de vivos colores amarrados, paredes blancas de cal en casi todas las casas, techos de teja, contraventanas azules y una iglesia ortodoxa que domina toda la bahía.
Este magnífico cuadro podría ser cualquiera de las localidades mediterráneas que proliferan a lo largo de la geografía griega. Y efectivamente se trata de una de ellas, concretamente de Pilos es una de las ciudades más bonitas del Peloponeso.
Esta pequeña urbe se encuentra estratégicamente situada en la punta de una hermosísima bahía gigante y todos sus alrededores están rodeados de vegetación, con predominio de los pinos y las chumberas.
La puerta de entrada a este verdadero paraíso para los sentidos es su enorme puerto natural, que visualmente parece casi cerrado por el islote de Sfatiria.
Después, a medida que recorremos sus tranquilas calles, descubriremos dos castillos, uno a cada lado de la ciudad. El Neo Kastro es el mejor conservado de los dos y está rodeado por una muralla gigante. En su interior alberga una pequeña iglesia que anteriormente fue mezquita. También conserva en buenas condiciones un lúgubre y tenebroso patio con mazmorras, que según los habitantes de la zona, fueron utilizadas como prisión en el año 1900.
Algo más alejado del núcleo urbano se halla el segundo castillo. Esta segunda edificación defensiva tiene la denominación de Paleo Kastro y se encuentra a unos 6 kilómetros de la ciudad, aproximadamente. Los elementos naturales han deteriorado su estructura, aunque se mantiene recio y solemne, dominando desde las alturas la colina de Corifasio.
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